Así es como se siente

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Cuando decides dejar a una persona no sabes cuántas cosas son las que dejarás. Uno cree que sí, que tu decisión está fundamentada, que todos los motivos que tienes en la mano son válidos y suficientes.
De modo que con eso te armas y creas un escudo protector para cualquier duda que surja o hacia cualquier persona que ose cuestionarte. Y hay quien se atreve a preguntarte: ¿Estás segura? ¿Te das cuenta de la magnitud de lo que estás haciendo?

Y tu tomas todo lo que hay en ése escudo y lo usas como trinchera para decir: sí, sí sé lo que estoy haciendo y estoy segura.

Pero no lo estás, la realidad es que todo el tiempo estás dudando, todo el tiempo tienes miedo, de hecho podría decirse que estás aterrada y semi perdida.
Una no sabe ni qué pasa a ciencia cierta ni tampoco qué pasará, tampoco sabes cómo reaccionar, la mayor parte de las veces sólo seguimos instintos y lo que nos ayuda a sobrevivir es la única decisión de la que estamos seguras, que es la de ya no querer estar.

De ahí en más es como meterse al mar sin saber nadar, y te cala la sal, te pegan las olas y te revuelcan, te quita la respiración, te sofoca, te ahoga…y cuando logras tocar fondo con los pies, cuando por fin logras arrastrarte hacia la orilla, llegas así, agotada, maltrecha…en el suelo tratando de recobrar el aliento.
Y eso es sólo el principio, porque después viene el tratar de reconstruir la vida, recoger los pedazos que quedaron y pegar, para poder funcionar de nuevo.

Uno no piensa, porque no sabe, que vas a extrañar hábitos, costumbres, manías. No sabe que junto con lo malo se va lo bueno, uno no sabe que también nos atacará la melancolía y ése sentimiento raro que deja la costumbre…ése vacío.
Tampoco sabes que a menos que no sientas absolutamente nada, también habrá contradicciones, sensaciones absurdas y totalmente cuestionables, como el sentir que la otra persona es de tu propiedad todavía.

Uno no sabe que hay que lidiar con uno mismo y con los demás, no sabe que después de un tiempo, hablando en términos sociales, ya no puedes, ya no tienes derecho de hablar de aquél que fue tu pareja, no se vale preguntar cómo está o qué tal le va a la otra persona porque entonces parecerá que te importa y que por lo tanto no lo has superado o bien…tal vez te equivocaste.

Son pocas las personas que te entenderán, pocas las que podrán ver que a veces la decisión de alejarse de una persona no tiene porqué implicar odio, desprecio y rechazo. Contadas serán las que entiendan que ver feliz a otro también puede hacernos felices.

Un rompimiento en un duelo. Y en el proceso de dejar ir van muchas cosas. Todo lo que se lee, lo que se escucha y lo que se sabe, todo parece fácil, es más se antoja a veces hasta innecesario, porque el ego nos envuelve y creemos que podemos salir adelante así nomás por decisión propia…y sí es así!
Pero eso se logra mucho, muchísimo después, ya cuando te diste de topes contra la pared y sangraste…y te dolió además de dejarte cicatrices.

Sales adelante, porque simplemente no hay nadie que venga a sentir nada por ti, nadie que se meta en tu cuerpo, tu corazón o tu cerebro y que sienta o piense por ti. A final de cuentas estás solo en medio de todo lo que te rodea y no te queda de otra.

Lo que importa es cuánto desgaste nos vamos a permitir, cuánto tiempo vamos a dejar que el dolor o la culpa nos consuma. Y es importante por una razón muy sencilla: la vida sigue, los días pasan y el tiempo no regresa.

Soltar para alejarse o soltar para dejar ir a final de cuentas es lo mismo, duele de todos modos estando parados en cualquier lado y es así porque todas las relaciones son de dos y por lo tanto hubo dos corazones, dos voluntades, dos conciencias, dos alegrías, dos sufrimientos…dos para todo.

No debemos menospreciar lo que se sienta en mayor o menor medida, hay que tener un respeto por el tiempo que se tuvo para estar juntos. Respetar el tiempo y la manera de cada quien de sobrellevar el final de la relación porque como dije al principio, es como meterse al mar sin saber nadar, de modo que lo que uno haga para salir de ahí también tiene su valor.

El miedo y la incertidumbre pasan, el coraje y la desilusión también…todo deja de sentirse con la misma intensidad después de un tiempo. Es entonces cuando puedes mirar hacia atrás y ver las cosas desde otra perspectiva…si lo hicimos bien, entonces podremos experimentar la satisfacción de haber crecido y aprendido.

Ésa paz, ésa tranquilidad de saber que tu vida está de nuevo en orden, que no debes nada ni te deben tampoco, ésa es la que te trae felicidad…y se siente bien.

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