Amor, el gran maestro de la escuela de la vida.

caminando por el pasto agarrados de la mano

Nos ha tocado un 14 de febrero nublado, frío y gris. Un día del amor y la amistad que me recuerda, en la antesala de los cuarenta, que eso de enamorarse no tiene edad, lugar ni circunstancia. Que el cuerpo siente y el corazón se emociona independientemente de cómo te veas por fuera, cuánto traigas en la bolsa o si tienes costumbres raras.

Hoy quiero escribir de lo que el amor me ha enseñado y me sigue enseñando todavía a pesar de que a veces no quiero que me de clases ni lecciones de nada.

Como cuando aprendí lo que eran los celos gracias a la niña que me quería bajar el novio en la secundaria. O en la prepa, cuando moría por uno de mi salón y nomás no me quería ni aventar un besito, ahí aprendí que no siempre cuando tú quieres te van a querer...además estaba bigotona y medio gordis…a lo mejor por eso no quería jalar el canijo, en fin, un día me depilé, enflaqué…y él se lo perdió, lo que me enseñó que también hay que invertirle si uno quiere entrarle al ritual de la conquista.

Uno va creciendo y el corazón se sube a una montaña rusa de la cual no se baja hasta que maduras… un día, cerca de tus cuarenta (algunos antes y otros nunca) te das cuenta de que ya aprendiste a amar sin tener que amarrar al susodicho a la silla,  que ya no pones «???» cuando le escribes «Te amo» a tu pareja y no te contesta pronto en el Whatsapp, como exigiéndole el te amo de vuelta o mínimo el emoticón con los ojitos de corazón. No, ya no la haces de tos ni te pones histérica pensando que si no te responde es porque algo anda mal.

No cabe duda que llega una edad en la que realmente se disfruta el amor como es, pleno y voluntario. Y entonces (tal vez piensen igual que yo) es cuando uno comienza a ver que no tiene forma de corazón y que se parece más a un copo de nieve visto desde un microscopio, y que tiene aristas, formas caprichosas pero perfectas, que no hay uno igual y que por eso es simplemente hermoso.

Hoy desperté y sin abrir los ojos moví la mano buscando a Luis, lo sentí acercando y acomodando su propio cuerpo para que yo pudiera hacer lo mismo. Y así me volví a dormir otro rato hasta que casi escuché que la cama me decía: «¡Erika, ya despierta!»…y ahí fue donde vi por la ventana que nuestro día, a las 10 de la mañana, todavía era un montón de niebla espesa que apenas dejaba ver la parte alta de los árboles de la calle… lo abracé y me acomodé de nuevo porque mi amor, el que siento en éstos días, me ha enseñado que él es mío porque quiere serlo, y que tengo que aprovechar y disfrutar de momentos como este en el que parece que el amor no tiene prisa ni meta más allá, que la de hacernos sentir felices.

Y lo soy, soy feliz abrazada a él como un koala abraza la rama de un árbol. Soy feliz sabiendo que por lo menos hoy, somos dueños de las próximas horas, que nos vamos a hacer compañía en silencio, viendo películas, saliendo a caminar por la tarde o así como ahorita haciendo por un rato lo que a cada uno nos gusta hacer.

El amor a mi edad, y que conste que no me siento vieja, ya no entiende de desesperaciones ni exigencias. Me llevo mejor con la generosidad de las buenas conversaciones, lo maravilloso de los gustos en común y la tranquilidad de saber que soy amada tal cual soy, con todo y manías.

Hoy solo quiero agradecerle al amor porque desde que nací ha sido un compañero permanente, nunca se ha ido, ha crecido conmigo, se ha transformado y parece estar cómodo a mi lado desde que lo dejé entrar en mi vida sin ponerle condiciones. Nos llevamos bien, casi tanto como mi relación con el chocolate pero nunca tan bien como mi relación con el hombre que está a mi lado en éste preciso momento, ése que me gusta aún más que cuando lo conocí y que llegó a mi vida para enseñarme que amarme a mí misma era más importante que amarlo a él.

Ése que me pregunta cada noche «¿Te dije hoy que te quiero?» y yo le contesto socarronamente «No, no me lo  has dicho» y entonces él contesta: «Qué tonto soy…TE QUIERO»…y yo sonrío, soy feliz y pienso que de todas las enseñanzas que el amor me ha dejado, ésta, la de haber luchado por dejar de vivir una vida sin motivación, ha sido la mejor de todas.

No hay relación sin aprendizaje, no hay amor sin compromiso, no hay lucha sin recompensa. No necesitamos un día para demostrar lo que sentimos, pero por qué no honrar a ése sentimiento que nos hace funcionar todos los días, que mueve al mundo y que si lo dejamos hacer bien su trabajo…nos puede hacer muy felices.

Hoy nos tocó un día del amor frío, nublado y totalmente gris, pero está en cada uno de nosotros que le pongamos un poquito de color ¡Y un mucho de calor!

Feliz día. Hoy y todos los que el amor nos quiera regalar.

2 pensamientos en “Amor, el gran maestro de la escuela de la vida.

  1. Adoro la manera en la que describes lo que sientes por él. A mi me pasa lo mismo, mi novio antes de ser mi pareja es mi mejor amigo. Disfruto las cosas más sencillas a su lado y creo que de eso se trata el amor. Felicidades por ti y por él!

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